Hace poco leí en Twitter a alguien que hablaba de Medusa y como la hicieron una “villana” cuando en realidad fue una “víctima” y yo pensé: Wait, what? Porque como muchos, yo crecí creyendo que Medusa era un monstruo.

Empecemos por el principio: Poseidón se “enamoró” de Medusa, una mujer que gozaba de una belleza inigualable, y la abusó en el templo de Artemisa. La diosa se molestó tanto que le echó una maldición: “convertirás en piedra a todo el que te mire a los ojos” (y cosas más dramáticas como el cabello de culebras etcétera) y fue así, como Medusa pasó de víctima a victimaria, o mejor dicho a villana… pero, ¿Por qué dejamos que se convirtiera en algo que no era? 

El de boca en boca se encargó de esto, y otros tintes de la época y la mitología, you know, de tergiversar toda la historia. ¡Qué desdicha no contar con un buen PR que convirtiera y redirigiera esa historia! Si yo hubiese estado allí, sin dudas le hubiera dado su puesto a Medusa: nadie merece un amor impuesto, ser abusada y mucho menos un castigo por es simple hecho de ser: “linda”.

Son muchos los prejuicios asociados a la belleza: “si es bella, es bruta”. Y se repiten over and over. Lo más lamentable es que no es cuestión de género, en este ciclo automático caen tanto hombres como mujeres 

Hasta hace poco tenía sentimientos encontrados sobre los concursos de belleza. Primero porque la belleza es relativa, segundo porque ‘ser asthetic’ es una cosa y ser una ‘persona bella’ no siempre corresponden. Como fuera, el negocio como tal de estos certámenes ha sesgado a miles de generaciones que crecimos con estandartes y referencias a veces irreales sobre como ‘debe lucir’ una mujer.

Sin ahondar demasiado, que un concurso te lleve a cuestionarte tu altura, peso, color de piel, talla, forma del cuerpo…  What the heck are we doing? Si. Como sociedad somos quienes decidimos qué hacer y que no con esto. Y aunque sé que la presión social y las ganas por pertenecer palpitan, hemos llegado a lugares oscuros.